TERRITORIO MÁGICO. *Bienvenido a Colombia! Parte I









Casi a oscuras el taxi "por puesto" parkeó frente al hotel Venezia. La pesadillesca carretera -durante el trayecto, primero el conductor detuvo el automóvil (un chevrolet modelo "buenos muchachos", más machucado que membrillo de colegial) para rellenar el estanque. No se divisaba una gasolinera por ninguna parte. Abrió el portamaletas y de unas bolsas negras, de esas para juntar basura, extrajo sendos bidones de combustible. Rellenó el estanque usando un trozo de manguera, demostrando una pericia asombrosa. Una vez que retomamos el camino (?) anunció... "Esta parte se pone complicada", aumentan los baches, consulté... "No. Voy a ser sincero hermano, aquí atracan". Luego de unos momentos de perplejidad, me dispuse a ser asaltado. Cinco minutos mas tarde, Álvaro, en un alarde de pericia al volante, dribleó una especie de canasto, sembrado ahí, puesto a propósito en el centro de la huella de asfalto y a dos tipos que intentaban acercarse al "carro". Comentó que en otras ocasiones, los finteos hubo de realizarlos frente a una variada gama de elementos: desde un burro, amarrado al camino, hasta un tronco de árbol cruzando toda la pista- que une Maracaibo con la zona de comercio libre que resulta ser, finalmente, la ciudad de Maicao en Colombia. Y es territorio Wayüu, quienes poseen doble nacionalidad y se pasean por la frontera como pedrosporsucasa.

El Venezia no cuenta con agua corriente, como casi todo el territorio. Para ducharse –cosa que hago cada vez que llego a un lugar y si es posible repetirla muchas veces para sacarse el sudor y el polvo del camino- hay que hacerlo como en casa de Tarzán. Se coge un recipiente pequeño y desde un estanque de unos cien litros    -instalado medio a medio de la ducha- saca agua y se baña. Por la ventana del cuarto se podían observar luces en la calle que está debajo. Cocinerías. Comida. 

Dejamos el equipaje en la habitación y salimos en busca de la primera comida sólida del día: guisado de conejo y arroz con coco. Al conejo lo mataron "a plomo" y... algo metalizada quedó su carne. Conversamos con la cocinera -descendiente de africanos- en busca de orientación para continuar el viaje hasta Riohacha. El tiempo se detuvo. Sus anécdotas de vida llenaron de magia la noche.

La mañana siguiente nos mostró la cara diurna de la calle 13 con la carrera 13. El punto de partida de taxis "por puesto" hacia la siguiente parada. Y centro comercial de todo lo que resulte vendible. Allí mismo empezó la rumba. El sonido lo aportaba una pequeña banda musical de "hermanos en la fe" que alababan al señor con ritmo de tambores y de paso pedían “una colaboración” para la iglesia. Los "cazadores de clientes" gesticulaban y con fuertes voces llamaban al pasajero... "tan sólo falta uno pa' salir" es la consigna. Mientras se completaba el cupo, los taxistas -uniformados con vestimenta similar e identificados con alguna asociación (fuentes de información local aseguran que esas “cooperativas de conductores” son fachadas de los grupos paramilitares que operan en la zona con total impunidad, realizando a cambio el trabajo sucio para el ejercito y el gobierno. Matando indios, periodistas y a todo aquel que ose meterse con ellos. Democracia y soberanía son palabras que asoman repetidamente por la región. No se ve por ninguna parte)- se dejaban llevar por el ritmo y sin ambages, posaron para mi cámara. Durante el trayecto fuimos detenidos por  el ejercito, consultadas nuestras identidades y todo lo de rigor en esta zona. Noté que uno de los policías militares solicitaba al conductor algo que hasta ese momento no entendía. La respuesta de éste aclaró el sentido de la solicitud... "déjame esta vez, papi, que es sólo gasto... al regreso arreglamos" Ya en marcha, comentó que ese tipo -el policía militar- era un aprovechado que siempre pedía boleto gratis. Diomedes Díaz, el más popular de los autores de vallenato fue el siguiente tema de conversación. Se argumentó acerca de las quinientas mil copias que vende, que ya está en edad de retiro y que cuando anuncia un recital, el público que compra su boleto nunca está seguro que termine por aparecer el escenario. Y si aparece, su tabique nasal, destrozado por la aspiración continua de cocaína -entre canción y canción solicita una pequeña toalla que aspira mientras seca su cara- fue lugar de controversia entre los viajeros del taxi. Ídolo total. Cuando ingresamos a Riohacha, antes de dejarnos en el punto acordado, detuvo el taxi, llamó a un personaje que descansaba a la "sombrita". "Oye tú, ayúdame con esto" Dos bolsas conteniendo varias botellas del trago más popular de la zona, Old Parr o simplemente "olpar", era la razón de la coima que debe pagar a la policía para pasar piolita el contrabando. Está prohibido o hay que pagar impuestos para realizar comercio entre Maicao y el resto del país.

Riohacha es una ciudad bonita. Resabios de construcción colonial mezclados con mármoles de Venecia y vidrios polarizados dan como resultado una mezcla particular. Es acogedora, a primera impresión. La temperatura del agua que baña la pequeña playa del lugar es inquietante para un bañista del paralelo 39º 50' L.S. Después de "mojarse las patas" por vez primera en el mar Caribe, salimos en busca de albergue.



(fotografías y texto de Juan Ramón Salinas)